miércoles, 17 de septiembre de 2008

Enrique Villegas Cornisa de la libertad. última parte




Posdata:


El Mono solía decir que no recordaba un solo día de su vida en el que una mujer no le hubiera dicho que no. Y aseguraba orgulloso toda mi vida me he privado de las cosas que no me gustan.

Momentos hay en los que lo recuerdo y entonces siento que aquello que dijo sobre la condición puta de su madre fue una terrible broma, pero momentos hay también en los que estoy convencido de que lo dijo en serio. Ya es tarde para saber lo que quiso decir el Mono, porque tuvo la ocurrencia de morirse el 10 de julio de 1986.

En sus últimos meses, doblegado por una operación de próstata, por la impiedad de los antibióticos y por una rotura de cadera, se negaba a tocar el piano porque consideraba que si no estaba con la plenitud de sus fuerzas ofendía a la música. Selma Henry, su entrañable secretaria, ante un raro olvido del Mono, tuvo que anotarle unos compases de El hombre que yo amo. Eso fue lo último que Villegas le dijo al piano, con esos sus dedos más que humanos. Para tener su paro cardíaco, para morirse, eligió justamente el consultorio de su médico. Tan temerario en todo, que precavido para echarse a morir.


Quisiera insistir en el hecho de que el Mono no era como un mono, era un mono. Pero hablaba, emitía palabras, como cualquiera de nosotros, eso si sin miedo. Y tocaba el piano demasiado bastante sumamente bien. Tocaba el piano como solo él.

Y será el Mono, recordado por los siglos de los siglos tanto, por como tocaba el piano como por lo que decía cuando dejaba de teclearlo. Será recordado aunque falte muy poco para que lo hayamos olvidado por completo.

Preguntas:

¿Por qué el olvido nos será tan fácil?

¿Tendrá esto que ver con nuestra desesperada facilidad para venerar lo que de moda está?

¿Por qué no nos olvidamos de olvidar?........









viernes, 12 de septiembre de 2008

Enrique Villegas IV Cornisa de la libertad



...En aquellos días del 83 pude conocerlo, pude estar con el Mono Villegas mas allá de la tensión de un reportaje, allí en la capilla porque yo estaba haciendo mi levespetaculo (sic) La misa pagana. Las funciones de Enrique Villegas incluían a tres pianistas: él, Gerardo Gandini y Manolo Juarez. En el piano de la izquierda, inolvidable, el Mono Villegas. Cada noche el público se quedaba aplaudiendo, como esperando el amanecer. Al final. El Mono salía una vez más a agradecer abrigado con sobretodo, porque hacia un frío bárbaro. En la segunda de esas actuaciones inesperadamente empezó a contar cosas, sonreía y mostraba sus dientes de conejo. Al otro día una hora antes del recital, me puse a charlar con él. Como no me animaba a preguntarle sobre aquella charla, entre grabador y los apuntes, guardo esto:


- ¿Es cierto que duerme diez horas por días?

- Mentira: duermo doce horas y si puedo catorce.

- Por que tanto?

- Apoliyando si hay sueldo que alcance. Peligrosísimo para mi abrir los ojos porque enseguida gasto plata.

- ¿Hay algún proyecto que lo tenga obsesionado?

- Dos: comer langostas.



Y conseguir que una pelirroja se enamore de lo que queda de mí. ¿No conoces alguna pelirroja sin teñir?

- Conozco una sola. Pero es la mujer de una amigo mió.

- ¿Tu amigo tiene buena salud?

- Por que me pregunta eso?

- Porque no me vendría mal que tu amigo se muriera.

- No lo imaginaba, Enrique, deseándole la muerte a nadie.

- La que si deseaba la muerte de ese nadie que soy yo era una tía mía

- Cuénteme.

- Mira, tuve una tía que insistía en que yo fuera un hombre de provecho. Un día estábamos comiendo en casa, con vistas: eructe así: grrrrrrrpp… sin disimulo. Mi tía quiso enterrarme un tenedor entre ceja y ceja. Yo le dije, para tranquilizarla: De chico me palmeabas la espalda para que hiciera provechitos y no se me llenara el cuerpo, y la cabeza también de pedos…Tía, ahora eructo, soy lo que vos querías: un hombre de provecho. Mi tía me deseo la muerte.


- Y la muerte para usted, ¿Qué?

- Nada, la muerte es lo mas seguro que hay en la vida.

- ¿Le produce algún miedo?

- Miedo no, mucha curiosidad.

- ¿Así que esta libre de los miedos?

- Mira, como pianista tengo mis miedos: le tengo miedo a los resfrios, porque me ponen sordo. Y a las diarreas, porque…te la regalo.

- Enrique quiero preguntarle…

- Me vas preguntar porque me dicen Mono.

- No, quería preguntarle por eso que contó anoche en medio del recital: ¿era cierto o era pura broma?

- ¿Anoche?

- Si, anoche, al comenzar el recital, después del primer tema.

- Anoche hace un siglo. ¿Qué dije anoche?

- Dijo cosas…cosas muy fuertes sobre su mama.

- Habré dicho que me jorobo y se murió cuando yo andaba por los seis meses de edad. Se murió jovencita porque estaba enamorada de mi papa.

- No, Enrique, en al función de ayer usted contó cosas… dio a entender que su mama era, digamos, una mujer de la vida.

- ¿Qué hay de malo en ser mujer de la vida? Lo jodido seria ser mujer de la muerte ¿no?

- Usted dijo, si no me equivoco, que era algo así como una prostituta.

- ¿Yo dije eso?

- Dijo eso.

- Te equivocas.

- Ah menos mal.

- Oíste mal: yo no dije que mi madre era prostituta, habré dicho que era puta, cosa así.

- ¿Hablaba en serio?

- Pero que hay de malo: si hubiera dicho que ella era abogada, panadera, farmacéutica, ¿te hubieras escandalizado así?

- Mono, no es lo mismo.

- Como que no. Cada uno en la vida es una cosa. Que se yo: ella era puta y yo soy pianista, fíjate vos.




domingo, 7 de septiembre de 2008

Cornisa de la libertad PARTE III


…Una madrugada, de la década del setenta, en el programa Generación espontánea, el Mono Villegas conversaba, casi monologaba, con el Negro Miguel Angel Merellano. En cierto momento y sin que viniera al caso, le dijo Sabes Negro, al que le va muy bien en los Estados Unidos es a Lalo Schifrin. Merellano respondió con un si, le va muy bien y lo dejo seguir, el Mono insistió:



- Pero muy muy bien le va a Schifrin.

- Si, seguro.

- Pero…decir que le va muy bien es poco, es quedarse corto.

- Si, Mono realmente le va muy bien.

- Te digo, Miguel Angel, que le va muy muy muy muuuuuy bien a La

lo Schifrin en los Estados Unidos.

- Si si, te entendí, te entendí, Mono.

- ¿Y no me preguntas por que le va tan bien a Lalo Schifrin en Estados Unidos?

- No hace falta,todos sabemos.

- No, que van a saber. No tienen idea lo bien que le va. Mira le va tan, pero tan, pero tan bien que no tiene un psiquiatra Lalo Schifrin, tiene dos uno por la mañana y otro por la tarde.


No podemos dejar de señalar, además, que el Mono se lo paso siendo huérfano, a sus seis meses su controvertida madre murió. El decía esto fui sometido a toda clase de tías unas me hacían daño con tanto dulce y mimos y otras me hacían daño dejándome hambriento de besos y mimos.

Con las mujeres el Mono no se privaba de nada eran ellas que lo privaban de casi. Por una de esas minas que ame desesperadamente –contaba estuve a punto de suicidarme en Nueva York. El auto venía bastante rápido, yo me tire. El auto freno lamiéndome el hombro. Freno porque justo el semáforo dio rojo

. Me levante frustrado. Pero enseguida la frustración se me paso. Ella subió al auto porque el auto era un taxi, y se fue.

Como se van todas las mujeres, se es que no se mueren antes. En vez de frustración sentí humillación. Mi humillación me dio risa, y entonces mevinieron ganas de tomarme un café con leche.

Siempre, a lo largo de su vida de príncipe y mendigo, siempre el Mono eligió lo mas borde de la orilla. Solo una vez opto por caminar bien seguro por el medio de la calle. Pero claro, fue a contramano, por la avenida 9 de julio, mientras silbaba un temita del monstruoso Bela Bartok. ¿Por qué hizo eso? Nada de porque. Mejor te digo para que para saber como sonaba Bartok metido en medio del a sinfonía histérica de las bocinas. Un vigilante me alzo me cargo al hombro, pidió una ambulancia y me dejo sin concierto.